O jornal argentino La Nación publica, no dia 27 de outubro de 2008, interessante artigo sobre o intelectual francês Raymond Aron, que apontava as contradições entre o liberalismo político e o liberalismo econômico.
El otro liberalismo
Por Enrique Tomás Bianchi
La crisis económica actual hizo necesaria, en el campo de los mercados financieros, una intervención de los Estados de tal magnitud que amenaza con pulverizar la idolatría de que aquéllos eran objeto. El laissez faire, laissez passer ya no podrá ser un dogma. Al menos, por un tiempo.
Pero, en la confusión, hay quienes ?por mala fe o por ignorancia? quieren no sólo cambiar el agua de la pileta, sino también tirar al niño. Por eso mezclan indiscriminadamente capitalismo financiero irrestricto con liberalismo, y llegan a conclusiones apresuradas.
Por eso es útil destacar el pensamiento de Raymond Aron (1905-1983), conocido intelectual francés del siglo XX, como ejemplo de un liberalismo distinto del que se ha estado predicando. El suyo es un liberalismo predominantemente político, que presenta estos rasgos: derechos individuales; constitucionalismo; distinción entre la sociedad civil y el Estado; tolerancia y pluralismo en lo político, lo social y lo axiológico.
Este liberalismo reconoce la legitimidad de los conflictos sociales regulados, que actúan dentro del Estado de Derecho constitucional. Sostiene, por supuesto, la conveniencia de los mercados. Empero, tiene de ellos una visión muy distinta de la que apoyan los teóricos del llamado neoliberalismo, que reverencian a los mercados como un absoluto. En este aspecto, Aron, heredero de la tradición liberal francesa (Montesquieu, Constant, Tocqueville, Halévy), desconfía de los sistemas dogmáticos, vengan del lado marxista o del lado liberal.
Decía Aron en sus cursos que la dinámica igualitaria que caracteriza a las sociedades modernas lleva necesariamente a que la política interfiera con la economía, porque los grupos de interés tienden a buscar en la política aquello que no pueden obtener de los mercados. Un liberalismo económico absoluto, como el preconizado por los ultras, no podría conseguirse, en última instancia, sino en el marco de un sistema político autoritario (cosa que él, obviamente, rechazaba).
?La competición para el ejercicio del poder, es decir, la democracia política, parece, a la larga, incompatible con el liberalismo económico. El más grande error de los liberales extremos es ?me parece? haber creído que el liberalismo político y el liberalismo económico iban a la par. Pienso que el liberalismo político, si así se define el sistema electoral, parlamentario, de competición para el ejercicio del poder, conduce de manera casi fatal hacia un sistema de economía parcialmente dirigido y parcialmente socialista. Personalmente, creo que si se quisiera tener en la época moderna un sistema económico liberal tal como lo desean Von Hayek y Roueff, sería necesaria la dictadura política [Aron, R. Introducción a la filosofía política ].?
Aron estaba así distante del neoliberalismo en sus versiones más dogmáticas y destacaba que el mercado era una institución y que, como tal, suponía la existencia de reglas y normas. ?Un régimen económico es siempre una creación humana: desde este punto de vista, los mecanismos del mercado no difieren nada de la planificación centralizada.? En oposición a los que cultivan una ?metafísica? del mercado, Aron sostenía: ?El liberalismo ha sido a menudo disfrazado de ley de la naturaleza, en tanto que no se expande si no con la ayuda del arte político más alto [¿Qué es el liberalismo?]?.
Aron se aproximaba, en cambio, al llamado ordoliberalismo alemán (Wilhelm Röpke), que criticaba el ?darwinismo social? del laissez faire del siglo XIX y su ?ceguera sociológica?. El ordoliberalismo consideraba que un dejar hacer sin límites no podía llevar, sino al desorden y a la autodestrucción del mercado. El orden del mercado, que no es natural ni espontáneo, debía ser construido y sostenido. Un mínimo de intervenciones estatales podían ser indispensables para la regulación de una economía de libre mercado. Este enfoque lo alejaba de la escuela austríaca (Von Hayek), para la cual el orden del mercado es autoorganizado y espontáneo. Aron está, sin embargo, más a la izquierda que Röpke. Así, en el prefacio de su famoso libro El opio de los intelectuales , en el que desnudó las contradicciones de los marxistas simpatizantes del stalinismo, no dudó en autodefinirse ?personalmente keynesiano?.
En un momento en que el premio Nobel de Economía ha sido otorgado a Paul Krugman, un declarado discípulo de Keynes que nos invita a redescubrir los criterios aplicados hace 75 años por Franklin Roosevelt, es bueno tener presente a quienes, como Aron, encarnaron el ?liberalismo social?. Esa corriente fue muy influyente en su época, pero terminó siendo opacada por el dominio ideológico que fueron adquiriendo los economistas inspirados en los ultras de la escuela austríaca.
El autor es secretario letrado de la Corte Suprema de la Justicia de la Nación
El otro liberalismo
Por Enrique Tomás Bianchi
La crisis económica actual hizo necesaria, en el campo de los mercados financieros, una intervención de los Estados de tal magnitud que amenaza con pulverizar la idolatría de que aquéllos eran objeto. El laissez faire, laissez passer ya no podrá ser un dogma. Al menos, por un tiempo.
Pero, en la confusión, hay quienes ?por mala fe o por ignorancia? quieren no sólo cambiar el agua de la pileta, sino también tirar al niño. Por eso mezclan indiscriminadamente capitalismo financiero irrestricto con liberalismo, y llegan a conclusiones apresuradas.
Por eso es útil destacar el pensamiento de Raymond Aron (1905-1983), conocido intelectual francés del siglo XX, como ejemplo de un liberalismo distinto del que se ha estado predicando. El suyo es un liberalismo predominantemente político, que presenta estos rasgos: derechos individuales; constitucionalismo; distinción entre la sociedad civil y el Estado; tolerancia y pluralismo en lo político, lo social y lo axiológico.
Este liberalismo reconoce la legitimidad de los conflictos sociales regulados, que actúan dentro del Estado de Derecho constitucional. Sostiene, por supuesto, la conveniencia de los mercados. Empero, tiene de ellos una visión muy distinta de la que apoyan los teóricos del llamado neoliberalismo, que reverencian a los mercados como un absoluto. En este aspecto, Aron, heredero de la tradición liberal francesa (Montesquieu, Constant, Tocqueville, Halévy), desconfía de los sistemas dogmáticos, vengan del lado marxista o del lado liberal.
Decía Aron en sus cursos que la dinámica igualitaria que caracteriza a las sociedades modernas lleva necesariamente a que la política interfiera con la economía, porque los grupos de interés tienden a buscar en la política aquello que no pueden obtener de los mercados. Un liberalismo económico absoluto, como el preconizado por los ultras, no podría conseguirse, en última instancia, sino en el marco de un sistema político autoritario (cosa que él, obviamente, rechazaba).
?La competición para el ejercicio del poder, es decir, la democracia política, parece, a la larga, incompatible con el liberalismo económico. El más grande error de los liberales extremos es ?me parece? haber creído que el liberalismo político y el liberalismo económico iban a la par. Pienso que el liberalismo político, si así se define el sistema electoral, parlamentario, de competición para el ejercicio del poder, conduce de manera casi fatal hacia un sistema de economía parcialmente dirigido y parcialmente socialista. Personalmente, creo que si se quisiera tener en la época moderna un sistema económico liberal tal como lo desean Von Hayek y Roueff, sería necesaria la dictadura política [Aron, R. Introducción a la filosofía política ].?
Aron estaba así distante del neoliberalismo en sus versiones más dogmáticas y destacaba que el mercado era una institución y que, como tal, suponía la existencia de reglas y normas. ?Un régimen económico es siempre una creación humana: desde este punto de vista, los mecanismos del mercado no difieren nada de la planificación centralizada.? En oposición a los que cultivan una ?metafísica? del mercado, Aron sostenía: ?El liberalismo ha sido a menudo disfrazado de ley de la naturaleza, en tanto que no se expande si no con la ayuda del arte político más alto [¿Qué es el liberalismo?]?.
Aron se aproximaba, en cambio, al llamado ordoliberalismo alemán (Wilhelm Röpke), que criticaba el ?darwinismo social? del laissez faire del siglo XIX y su ?ceguera sociológica?. El ordoliberalismo consideraba que un dejar hacer sin límites no podía llevar, sino al desorden y a la autodestrucción del mercado. El orden del mercado, que no es natural ni espontáneo, debía ser construido y sostenido. Un mínimo de intervenciones estatales podían ser indispensables para la regulación de una economía de libre mercado. Este enfoque lo alejaba de la escuela austríaca (Von Hayek), para la cual el orden del mercado es autoorganizado y espontáneo. Aron está, sin embargo, más a la izquierda que Röpke. Así, en el prefacio de su famoso libro El opio de los intelectuales , en el que desnudó las contradicciones de los marxistas simpatizantes del stalinismo, no dudó en autodefinirse ?personalmente keynesiano?.
En un momento en que el premio Nobel de Economía ha sido otorgado a Paul Krugman, un declarado discípulo de Keynes que nos invita a redescubrir los criterios aplicados hace 75 años por Franklin Roosevelt, es bueno tener presente a quienes, como Aron, encarnaron el ?liberalismo social?. Esa corriente fue muy influyente en su época, pero terminó siendo opacada por el dominio ideológico que fueron adquiriendo los economistas inspirados en los ultras de la escuela austríaca.
El autor es secretario letrado de la Corte Suprema de la Justicia de la Nación
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