BP, ¿la Bastilla del petróleo?
La catástrofe del golfo de México amenaza con hacer de Obama un "presidente fallido". Pero también podría ser, como ha sugerido el propio presidente, el necesario comienzo del fin de la era de la energía fósil
ULRICH BECK 04/07/2010
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Cómo es que no se ha producido un asalto a la Bastilla del Gran Petróleo tras el gigantesco vertido de Deep Water Horizon, una de las mayores catástrofes ecológicas de la historia de Estados Unidos? ¿Por qué no se afrontan los problemas más urgentes de nuestra época -las crisis ecológicas y el cambio climático- con la misma energía, el mismo idealismo, el mismo entusiasmo, optimismo y espíritu democrático progresista que las anteriores tragedias de la pobreza, la tiranía y la guerra? ¿Se conmemorará retrospectivamente a Deep Water Horizon como el octubre rojo ecológico del capitalismo del Gran Petróleo? De hecho, el estado de la industria petrolífera recuerda al ancien régime poco antes de que se viniera abajo.
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El empuje del capital y el entusiasmo de la ingeniería tendrían que dedicarse a la energía solar
BP no descarta que pasen entre dos y cuatro años hasta que todo el petróleo se vierta al mar
La catástrofe del vertido del golfo de México contiene varias verdades. Tenemos la chapucería e indiferencia de la empresa BP. Pero también el fracaso de los supervisores estatales. Lo que hasta este momento propugnaban los lobbies como política de apoyo a la economía se denuncia ahora como "complicidad con canallas". Con las horrendas imágenes del petróleo derramado difundidas por todo el mundo, en los escenarios culturales de todas partes se representan ahora, dándoles un giro ecológico, dramas antiguos. Hay dragones y héroes que matan dragones, dioses y demonios, con la diferencia de que ahora responden a fórmulas técnicas y tienen las caras del presidente ejecutivo de BP, Tony Hay-ward, y del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El presidente de BP se presenta como pecador arrepentido y habla de "una combinación inédita de fallos". En una comparecencia ante la Cámara de Representantes de EE UU, un congresista demócrata le presentó la larga lista de catástrofes de BP, revelando de este modo otra verdad: son cientos, miles, las plataformas petrolíferas que funcionan en condiciones dudosas en todas las regiones del mundo.
Centrar ahora el ataque en BP es fácil. Deep Water Horizon es el símbolo del creciente fracaso de un experimento mundial, de un modelo de progreso y desarrollo basado en la explotación de recursos fósiles y que, tras las crisis ecológicas y el cambio climático, ha minado de forma irreparable la confianza de la humanidad en sí misma.
Desde hace 200 años el fuego y el vapor mueven máquinas y motores. Este descubrimiento ha sido el punto de partida del bienestar material y ha seguido siendo su base hasta hoy. Entretanto, toda una generación ha crecido sabiendo que una industria basada en los combustibles fósiles, en especial el petróleo, en su marcha triunfal sobre la tierra quema sus propias bases porque los recursos petrolíferos son finitos. Hace ya más de 100 años Max Weber anticipó el fin de este capitalismo petrolífero "cuando se quemara el último quintal de combustible fósil". Entretanto, esta economía impulsada por el fuego fósil trabaja diligente en su propio derrumbe, como si no hubiera otra alternativa, lo que es una burla al sentido común.
¿Por qué un mundo que recibe diariamente del sol, de forma gratuita e inagotable, varias veces la energía que consume, habría de tolerar cruzado de brazos nubes de petróleo que se elevan desde una profundidad de 1.500 metros, asfixiando cualquier vida? Aquí sí que hacen falta la tan traída fuerza innovadora del capital y el entusiasmo utópico de la ingeniería. La divisa del movimiento pacifista era "convirtamos las espadas en arados". La del movimiento ecológico, "transformemos los desiertos en fuentes de energía solar"
Pero mientras el petróleo surge a borbotones, la verdad sale a la luz rodaja a rodaja. Hemos subestimado las complicaciones -confiesa el pecador arrepentido Tony Hayward- que pueden presentarse en una perforación petrolífera a 1.500 metros de profundidad. Nadie dispone de las técnicas de seguridad para evitar o dar respuesta a una catástrofe de esta magnitud. No son los fracasos, sino los triunfos los que hacen incontrolables los riesgos en los que incurrimos. Los ingenieros se han vuelto cada vez más osados en la búsqueda del petróleo; han perforado cada vez a mayor profundidad, considerando controlables las consecuencias potencialmente mortales de sus éxitos; algo como lo que hicieron con los créditos tóxicos los malabaristas financieros y los economistas matemáticos. La deprimente verdad es que el "riesgo residual" de las perforaciones a gran profundidad se basa en el desconocimiento. Si la tecnología de seguridad fracasa, BP calcula que pasarán de dos a cuatro años hasta que la totalidad del petróleo termine vertiéndose al mar.
Ante esta amenaza de catástrofe a largo plazo, que pone en peligro la seguridad de la población estadounidense y la supervivencia política del presidente Obama, este "declara la guerra" al enemigo negro abismal. También él tiene ahora su propia guerra del Golfo, pero esta vez es el de México. De hecho, la catástrofe petrolífera presenta como Estado fallido a la mayor potencia militar y económica mundial. Y Obama corre el riesgo de convertirse en presidente fallido. ¿Qué habrá de hacer el matador de dragones, el comandante en jefe? ¿Mandar su flota de submarinos a torpedear la fuga de petróleo? ¿Enviar las tropas contra los ejecutivos de BP y contra "quienes estén tras ellos"? ¿O quizá debería la "guerra contra el vertido de petróleo" de Obama responsabilizar al Reino Unido como supuesto país de origen del catastrófico "ataque" contra la población estadounidense?
A todo esto, BP había anticipado hace mucho tiempo el destino globalizador. Al igual que la marca made in Germany se extiende a productos que son cualquier cosa menos hechos en Alemania, British Petroleum no es británica. La empresa se fusionó en 1998 con el gigante petrolífero estadounidense Amoco, y desterró el adjetivo "británico", sustituyéndolo por la esperanzadora palabrita "beyond", de modo que desde entonces las siglas BP responden a Beyond Petroleum: más allá del petróleo. ¿Es quizá responsable de ese rebautizo la sabia anticipación de su colapso catastrófico? ¡Con BP comienza el futuro sin petróleo!
Es ahora cuando se evidencia que la política interior mundial posibilita una nueva forma de irresponsabilidad organizada. Quien crea haber pillado in flagranti a British Petroleum (BP) acabará dándose cuenta de que estamos ante un conglomerado empresarial que también pertenece a los estadounidenses, cuyas plataformas petrolíferas han sido construidas por coreanos y cuyos impuestos se transfieren al Ministerio de Finanzas de la Confederación Helvética en Berna. (¡"BP" también son las siglas de "Bern Petroleum"!).
La tecnología de seguridad de los ingenieros se parece cada vez más a aquel proverbial freno de bicicleta del avión intercontinental. Según el Derecho Administrativo alemán, la catástrofe del reactor de Chernóbil no existió porque, en virtud de la definición legal, solo las centrales nucleares alemanas pueden causar catástrofes alemanas. El Derecho estadounidense prevé para las catástrofes petrolíferas una indemnización máxima de cinco millones de dólares. En un primer momento, Barack Obama ha condenado a la empresa perpetradora al pago de 20.000 millones de dólares. Sin embargo, ante la presión de la opinión pública mundial, esta reconoce que es probable que el desastre cueste más del doble solo en pérdidas económicas.
Una política que de una vez por todas sea realista tiene que tener en cuenta la transformación de las relaciones globales de poder. China, India, Brasil y los países africanos no apoyarán un planteamiento internacional que pretenda fijar límites a su progreso económico, y con razón.
¿Representa la política ambiental mundial un comercio de bulas global para los pecados del CO2, cuyas contradicciones llevarán -previsiblemente- a fracaso tras fracaso en las conferencias sobre el clima? ¿O más bien el arrojo de inventar una modernidad basada en la energía solar e implantarla en un mundo en el que el bienestar ya no sea un pecado ecológico?
Obama lo ha anunciado solemnemente: "Ha llegado el momento de introducir energías más limpias". Aquí, y de este modo, podría comenzar el asalto a la Bastilla Petroleum (BP). En el golfo de México quizá haya sonado una hora decisiva de la historia de Estados Unidos. Obama podría marcar con su impronta el futuro e introducir de hecho la nueva época: Beyond Petroleum, después del petróleo.
Ulrich Beck es sociólogo, profesor emérito de la Universidad de Múnich y profesor de la London School of Economics. Traducción de Jesús Alborés Rey
domingo, 4 de julho de 2010
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